Prefacio e introducción

Prefacio

Al ofrecer este libro al público, el autor no se vale de sofismas para justificar su existencia. La hipocresía de los jugadores reformados (?), ni las quejosas y melosas pretensiones de piedad, no se utilizan como justificación para impartir el conocimiento que contiene. Para todos los amantes de los juegos de cartas, resultará interesante, y como base de entretenimiento con las cartas, es prácticamente inagotable. Puede advertir a los incautos, inocentes de astucia, e inspirar a los astutos, aclarándoles el artificio. Puede demostrar al principiante que no puede vencer a nadie en su propio juego, y puede permitir al experto en engaños realizar un curso de posgrado en las ramas más altas y artísticas de su vocación. Pero no volverá vicioso al inocente, ni transformará al jugador aficionado en un profesional; ni hará sabio al necio, ni reducirá la cosecha anual de incautos; pero sea cual sea el resultado, si se vende, cumplirá el objetivo principal del autor: necesita el dinero.

Introducción

La pasión por el juego es probablemente tan antigua y perdurable como la humanidad. Algunos somos demasiado tímidos para arriesgar un dólar, pero el porcentaje de personas en esta nación ferviente que no disfrutarían ganando uno es muy pequeño. La pasión culmina en el profesional. Prefiere jugar a comer. Ganar no es su único deleite. Alguien ha comentado que solo hay un placer en la vida mayor que ganar: arriesgarse.

Tener éxito en el juego es tan difícil como tener éxito en cualquier otra actividad. Las leyes del azar son tan inmutables como las leyes de la naturaleza. Si todos los jugadores dependieran de la suerte, al final saldrían empatados. El jugador profesional puede tener una suerte promedio, pero es difícil encontrar a alguien que crea tenerla, y es realmente asombroso cómo la simple casualidad a veces derrota a la combinación más fuerte de ingenio y habilidad. Es casi un axioma que un novato ganará su primera apuesta. Un empleado de color de un "club", al oír por casualidad una discusión sobre conseguir dos manos al póquer, aventuró la siguiente interpolación: "No se preocupe por dos gallinas, jefe. Consiga su propia gallina. ¡El idiota, seguro que consigue una mano!". Y muchos jugadores veteranos creen lo mismo. Sin embargo, los caprichos de la suerte o del azar han impresionado al jugador de cartas profesional con un cierto conocimiento que posee su hermano más respetado, la bolsa de valores, a saber, que la manipulación es más rentable que la especulación; así que para llegar a fin de mes y, de paso, ganarse bien la vida, también hace su parte con las tijeras cuando los corderos llegan al mercado.

El azar en el juego conlleva sensaciones que, una vez disfrutadas, rara vez se olvidan. Las ganancias se conocen como "dinero bonito" y, por lo general, se gastan con la mayor liberalidad. El profesional promedio que tiene éxito en su propio juego, con la mayor despreocupación, apuesta su dinero al de otro, aunque es plenamente consciente de que las probabilidades están en su contra. Conoce poco del verdadero valor del dinero y, por regla general, es generoso, descuidado e imprudente. Ama el azar más que lo que está en juego. De hecho, la principal diferencia entre el jugador profesional y el jugador ocasional es que el primero se mueve por su amor al juego y el segundo por la codicia. Un profesional rara vez "chilla" cuando le toca la peor parte; el hombre que tiene otros medios de vida es el que más pierde.

Las ventajas que inevitablemente favorecen al profesional son absolutamente esenciales para su existencia, y los medios empleados en la mesa de juego para lograr ese resultado se explican detalladamente en esta obra. No nos han impulsado a esta tarea los remordimientos de una conciencia culpable ni la esperanza de reformar el mundo. El hombre no puede cambiar su temperamento, y pocos se preocupan por controlarlo. Mientras exista la pasión por el riesgo, encontrará satisfacción. No tenemos resentimiento contra la fraternidad ni compasión por las llamadas "víctimas". Diversas experiencias nos han convencido de que quienes apuestan por algo considerable buscan lo mejor. Presentamos los hechos y las condiciones de nuestro tema tal como los encontramos, aunque admitimos con pesar que adquirimos nuestros primeros conocimientos a un costo excesivo, como es habitual, para los no iniciados.

Cuando hablamos de jugadores profesionales de cartas, no nos referimos a los propietarios o gerentes de las casas de juego. El porcentaje a su favor es una cantidad conocida o fácilmente calculable, y sus ganancias son prácticamente iguales a las de cualquier empresa comercial. Cuando las autoridades civiles aprueban estas instituciones, generalmente son dirigidas por hombres de reconocida reputación en la comunidad. Las mesas de juego pagan un porcentaje o "rake off", y la administración vela por la protección de sus clientes. Cuando las salas de juego deben operar en secreto, las probabilidades de que las aparentes posibilidades del jugador se reduzcan son mucho mayores. Sin embargo, nuestro propósito es explicar el porcentaje desconocido que necesariamente debe favorecer al jugador profesional de cartas para que pueda subsistir.

Existe una gran diferencia entre los métodos que emplea el mago de cartas para confundir o divertir a su público y los que practica el profesional en la mesa de juego, ya que en este caso toda la conducta debe estar en perfecta armonía con el procedimiento habitual del juego. La más mínima acción que parezca irregular, el menor esfuerzo por distraer la atención o el primer movimiento antinatural, despertará sospechas; y la mera sospecha debilitará a la compañía, ya que solo un necio de pura cepa jugará a sabiendas contra las probabilidades más allá de lo común. Hay una forma de garantizar una protección absoluta contra las ventajas desconocidas: nunca jugar por dinero. Pero una comprensión perfecta de los riesgos que se corren puede contribuir enormemente a reducir las bajas. Un conocimiento profundo del modus operandi de los artificios en la mesa de juego no permite necesariamente detectar la manipulación, pero sin duda deja claro de qué probabilidades hay que cuidarse, y con este conocimiento, la mera sospecha de habilidad debería inducir de inmediato síntomas de recelo. Este conocimiento, o comprensión profunda de las posibilidades del juego de cartas profesional, puede impartirse solo mediante una ilustración práctica de los procesos empleados, y el lector que desee una comprensión completa debe tomar la baraja en la mano y realizar por sí mismo la acción tal como se describe.

Para distinguir y mostrar claramente las dos fases de la manipulación de cartas, la primera parte de esta obra se dedica a una revisión exhaustiva de las numerosas ventajas que se pueden, se han obtenido y se obtienen constantemente en la mesa de juego, y a los métodos particulares para obtenerlas que menos suscitan sospechas. La forma exacta en que se realiza cada artificio se describe detalladamente. La segunda parte describe los trucos empleados en la magia y muchos trucos de cartas muy interesantes.